Su decoración, lleno de barroco y de la madera trabajada de Alfredo., nos ha transportado a otro siglo...su aroma y orden, la majestuosidad de las habitaciones, el entorno henchido de naturaleza, el profundo silencio del interior del hotel, la amabilidad y la generosa disposición de Alfredo, el desayuno...
Es recomendable para los que valoramos el arte y la lentitud.